
La coprofagia en perros es el término técnico que describe el acto de consumir heces, y aunque pueda parecer repulsivo desde una perspectiva humana, es un comportamiento más común de lo que muchos imaginan. De hecho, según estudios veterinarios, se estima que entre el 16% y el 23% de los perros lo han hecho al menos una vez en su vida.
Este comportamiento puede desconcertar a cualquier dueño. ¿Por qué los perros son coprófagos? ¿Por qué mi perro se come su caca, o la de otros animales, como si fuera un premio?
Lo cierto es que la coprofagia en perros tiene muchas aristas, y puede responder a causas tanto médicas como conductuales. Comprender las razones detrás de este comportamiento es esencial para poder abordarlo correctamente y mejorar la calidad de vida del perro… y de su familia.
En la naturaleza, algunos cánidos salvajes limpian su madriguera comiéndose los excrementos para evitar atraer depredadores o proteger a las crías. Este patrón de comportamiento ancestral podría tener cierta influencia en los perros domésticos, aunque con matices muy diferentes.
Además, existen factores como el entorno, la dieta, el estado emocional del animal, su educación previa y hasta su genética, que pueden influir en que un perro adopte la coprofagia como hábito. Lo importante es no ignorarlo, no castigar sin comprender y, sobre todo, informarse para actuar con inteligencia y empatía.
En las siguientes secciones, se desglosarán las causas más comunes, desde problemas digestivos hasta ansiedad por separación, así como estrategias basadas en evidencia para prevenir esta conducta y mejorar el bienestar del perro.
Causas médicas que pueden llevar a un perro a comer heces

Antes de atribuir la coprofagia en perros a un simple “mal hábito”, es fundamental descartar causas médicas. En muchos casos, los perros recurren a comer heces como una forma de paliar desequilibrios internos, deficiencias nutricionales o problemas gastrointestinales.
Una de las razones más frecuentes tiene que ver con trastornos de malabsorción. Cuando el sistema digestivo del perro no está procesando correctamente los alimentos, pueden quedar nutrientes sin digerir en las heces. Esto hace que el excremento conserve un olor atractivo para el perro, que lo identifica como “alimento parcialmente digerido”.
Otro desencadenante puede ser la insuficiencia pancreática exocrina, un trastorno en el que el páncreas no produce suficientes enzimas digestivas. En estos casos, los perros no solo presentan coprofagia, sino también pérdida de peso, diarreas frecuentes y aumento del apetito.
Los parásitos intestinales también pueden alterar la absorción de nutrientes y fomentar este comportamiento. Por ello, mantener un calendario riguroso de desparasitación es esencial no solo para la salud general, sino también para evitar conductas como la coprofagia.
Las deficiencias vitamínicas, especialmente de vitamina B1 (tiamina) y B12 (cobalamina), también han sido asociadas con comportamientos alimentarios inusuales. Algunos estudios indican que un suplemento bien equilibrado puede ayudar a corregir ciertos comportamientos, aunque esto siempre debe hacerse bajo supervisión veterinaria.
En todos los casos, la visita al veterinario es el primer paso obligado cuando se detecta este comportamiento. Un análisis coprológico, una evaluación de la dieta y algunos estudios complementarios pueden descartar o confirmar un origen médico.
Solo entonces se podrá trabajar en la parte conductual sin riesgo de omitir una causa más seria.
Motivos conductuales: ¿qué está pasando en su mente?

Una vez descartadas las causas médicas, el foco se traslada al comportamiento. Y aquí, la coprofagia en perros puede tener múltiples explicaciones relacionadas con la psicología canina.
Algunos perros desarrollan esta conducta como una forma de llamar la atención. Si cada vez que el perro se come sus heces, el tutor reacciona con gritos, enfado o agitación, es posible que el animal lo interprete como una forma efectiva de obtener interacción.
Para un perro que se siente ignorado o aburrido, incluso una reprimenda puede ser mejor que nada.
En otros casos, el origen está en el aprendizaje. Los cachorros, especialmente en sus primeras semanas, exploran el mundo con la boca. Es normal que prueben todo tipo de objetos, incluyendo heces, como parte de su proceso de reconocimiento del entorno.
La mayoría abandona esta conducta al madurar, pero si no se corrige adecuadamente o si se refuerza de forma involuntaria, puede permanecer.
También hay que considerar el caso de perros que fueron castigados por hacer sus necesidades en casa. Estos animales, por miedo, desarrollan el hábito de comerse sus propias heces para “eliminar la evidencia” y evitar el regaño.
Este tipo de conducta es más común en perros rescatados o con antecedentes de maltrato.
En experiencias compartidas por cuidadores, se ha observado que algunos perros tienden a desarrollar este comportamiento durante momentos de soledad. En muchos casos, los perros tienden a comerse sus heces cuando se quedan solos en casa, posiblemente como resultado del aburrimiento o la ansiedad.
En otros casos, reforzar el buen comportamiento con premios después de que el perro haga sus necesidades correctamente ha contribuido a corregir parcialmente el problema.
La clave está en entender que el perro no lo hace por “desobediencia” o “desafío”. En la mayoría de los casos, lo hace por ansiedad, por hábitos adquiridos, por hambre mal gestionada o por falta de estímulos adecuados.
Factores como el aburrimiento, la ansiedad o la soledad

El aburrimiento es uno de los factores más ignorados, pero más frecuentes en casos de coprofagia en perros. Un perro que no recibe suficiente estimulación física o mental puede comenzar a desarrollar comportamientos compulsivos. Entre ellos, comerse sus heces.
Los perros son animales inteligentes y sociales. Necesitan retos, interacción, juego y actividad.
Cuando estas necesidades no se satisfacen, su mente busca estímulos alternativos. Y, para algunos, sus propios excrementos pueden terminar siendo parte de ese estímulo, especialmente si detectan restos de alimento en ellos.
La ansiedad también juega un papel crítico. La llamada ansiedad por separación afecta a muchos perros domésticos.
Se presenta cuando el perro se queda solo y comienza a experimentar estrés: llora, ladra, rompe objetos… o en algunos casos, se come sus heces. La coprofagia puede ser una forma de canalizar esa ansiedad o, incluso, una manera de entretenerse y liberar tensión.
Un caso documentado por cuidadores muestra que un perro comenzó a comerse sus heces justo después de que su rutina cambiara y se quedara solo más tiempo. A pesar de estar bien alimentado, el cambio en su entorno fue suficiente para disparar la conducta.
En varios casos, el comportamiento se ha reducido drásticamente al aumentar el tiempo de paseo, juego y enriquecimiento ambiental, especialmente en perros más activos y juguetones.
También es importante considerar el acceso al entorno: perros que pasan mucho tiempo en espacios reducidos o sin supervisión adecuada tienen más oportunidades de desarrollar esta conducta sin que nadie lo note o lo corrija a tiempo.
Por ello, enriquecer el ambiente del perro, proporcionarle juguetes interactivos, aumentar el ejercicio físico diario y mantener una rutina estable, son acciones fundamentales para evitar la coprofagia por causas emocionales.
La alimentación y sus efectos sobre este comportamiento

La dieta juega un papel crucial en el comportamiento de cualquier animal, y en el caso de la coprofagia canina, puede ser tanto la causa como parte de la solución. Una alimentación inadecuada, mal equilibrada o con baja digestibilidad puede llevar a que el perro sienta la necesidad de complementar su nutrición… incluso si eso significa volver a comer lo que ya digirió.
Cuando el alimento no es bien absorbido, los excrementos pueden contener restos significativos de nutrientes, haciendo que estos resulten atractivos al olfato y al gusto del perro. Esto ocurre con mayor frecuencia en dietas de baja calidad, con alto contenido en subproductos o ingredientes de difícil asimilación.
Los veterinarios y especialistas en nutrición canina coinciden en que uno de los primeros pasos ante la aparición de este comportamiento es revisar el alimento que el perro está consumiendo. Optar por un pienso de alta digestibilidad o incluso explorar alternativas naturales como la dieta BARF, con proteínas de buena calidad y equilibrado en vitaminas y minerales, puede reducir el interés del perro por sus heces.
También es importante considerar la frecuencia y cantidad de comida. Algunos perros desarrollan coprofagia simplemente por hambre o ansiedad relacionada con el alimento.
Si el animal tiene comidas muy espaciadas, o no recibe la ración adecuada, es más probable que recurra a otras fuentes “alimenticias”.
En ciertos casos, suplementar la dieta con enzimas digestivas o probióticos, bajo supervisión veterinaria, puede mejorar la asimilación de nutrientes y reducir el comportamiento. Algunos productos diseñados específicamente para evitar la coprofagia canina alteran el sabor de las heces haciéndolas desagradables al gusto del animal.
Sin embargo, este tipo de solución debe usarse como apoyo, no como sustituto de una estrategia más amplia que incluya entrenamiento y enriquecimiento ambiental.
Recapitulando, la nutrición es una pieza clave que no se debe pasar por alto. Un perro bien alimentado, con una dieta balanceada y ajustada a sus necesidades reales, es menos propenso a desarrollar hábitos como la coprofagia.
¿Cómo evitar que tu perro se coma su caca? Estrategias efectivas

Prevenir y corregir la coprofagia en los perros requiere una combinación de acciones coordinadas, paciencia y constancia. No existen soluciones mágicas, pero sí una serie de estrategias efectivas que, aplicadas con rigor, pueden revertir este comportamiento.
Limpieza inmediata
La acción más directa y eficaz es retirar las heces tan pronto como el perro las haya depositado. Si no hay “objeto” que comer, no hay oportunidad para reforzar la conducta. Esto es especialmente importante durante el adiestramiento o en casos reincidentes.
Refuerzo positivo
Premiar al perro inmediatamente después de hacer sus necesidades y alejarse sin mostrar interés por las heces puede ser muy útil. Reforzar el buen comportamiento con una golosina, caricia o palabra amable le enseña que “hacerlo bien” trae beneficios y no necesita ocultar sus rastros.
Rutina estructurada
Una rutina diaria que incluya ejercicio, juegos y paseos no solo mejora el estado emocional del perro, sino que también disminuye la ansiedad y el aburrimiento, dos grandes detonantes de la coprofagia. Un caso concreto mostró que al aumentar los paseos diarios y añadir juguetes interactivos, el comportamiento disminuyó notablemente en pocos días.
Uso de bozales o collares tipo “basket” durante paseos
En casos donde el perro ya tiene el hábito fuertemente instaurado y lo hace incluso con heces de otros animales, estos dispositivos pueden ser útiles como medida preventiva y temporal mientras se trabaja en la modificación de conducta.
Consulta con un especialista en comportamiento canino profesional
Cuando todas las medidas básicas fallan, lo mejor es acudir a un profesional especializado en comportamiento animal. El etólogo podrá identificar causas específicas y diseñar un plan de intervención ajustado al caso.
Enriquecimiento del entorno
Actividades como olfateo guiado, juegos de búsqueda de premios, juguetes tipo Kong, entre otros, ayudan a mantener la mente del perro ocupada y reducen la aparición de comportamientos no deseados.
Evitar el castigo es clave. gritar, regañar o mostrar asco solo empeora el problema, especialmente si el perro lo hace por miedo o ansiedad. La clave está en entender, redirigir y recompensar lo correcto, más que castigar lo incorrecto.
¿Veterinario o experto en comportamiento? Cuándo acudir a cada uno

La coprofagia en perros no siempre es motivo de alarma inmediata, pero sí indica que algo no está del todo bien en el equilibrio físico o emocional del ejemplar. Por eso, es fundamental abordar el problema con seriedad y, sobre todo, con un enfoque adecuado según el origen del comportamiento.
Cuando hay signos físicos evidentes, como pérdida de peso, vómitos, diarrea, cambios en el apetito o en la consistencia de las heces, lo primero es acudir al veterinario. Solo un profesional de la salud animal puede realizar las pruebas necesarias (análisis fecales, estudios de sangre, exploración clínica) para descartar enfermedades digestivas, deficiencias nutricionales, parasitosis o problemas metabólicos que puedan estar provocando la conducta.
Ahora bien, si el perro no presenta síntomas médicos pero la coprofagia persiste, especialmente cuando aparece junto a comportamientos como ansiedad, hiperactividad, miedo, conductas repetitivas o aislamiento, es momento de consultar con un experto en comportamiento canino, como un etólogo o un adiestrador certificado en modificación de conducta. Estos profesionales pueden analizar el entorno, las rutinas y el estado emocional del animal para detectar causas conductuales y aplicar técnicas de corrección.
Ambos enfoques no solo son compatibles, sino que muchas veces es recomendable que trabajen en conjunto. Mientras el veterinario garantiza que la salud física del perro esté en orden, el especialista en comportamiento puede abordar los factores psicológicos o de entorno que también influyen.
Ignorar el problema o recurrir únicamente a consejos genéricos de Internet puede cronificar el hábito y dificultar su corrección. Por eso, actuar cuanto antes, con los profesionales adecuados, es la mejor decisión para el bienestar del perro y una convivencia sana.
Conclusión: entender y tratar la coprofagia canina con paciencia
La coprofagia en perros, aunque pueda parecer un simple “mal hábito”, es en realidad una conducta compleja que puede responder a múltiples causas: desde deficiencias alimenticias hasta ansiedad o aburrimiento. No hay una única solución, pero sí muchas formas de abordarla de manera efectiva y respetuosa.
Comprender qué está motivando a un perro a comerse sus heces es el primer paso para ayudarlo. Observar su rutina, su estado emocional, su alimentación y su entorno puede arrojar las claves necesarias para diseñar un plan de acción.
Actuar con paciencia, sin castigos, y con la guía de profesionales cuando sea necesario, es la mejor forma de revertir esta conducta. Y sobre todo, recordar que detrás de cada comportamiento hay un motivo, y que con empatía, constancia y conocimiento, cualquier problema de conducta puede mejorarse.
Aplicar lo aprendido en este artículo no solo contribuirá a eliminar un comportamiento no deseado, sino que también fortalecerá la relación entre el perro y su tutor, y eso, sin duda, es uno de los logros más valiosos en la convivencia con un animal.
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